El acoso a la Iglesia católica en la nación del dictador Daniel Ortega continúa, incluso, después del cierre de seis radios y tres canales que se dedicaban a la evangelización.
Lo último contra la Iglesia por parte del gobierno nicaragüense es el arresto domiciliar del sacerdote de Matagalpa, Rolando Álvarez. Un hombre de Dios que ha sido hostigado, y lo que busca la dictadura es su exilio, tal como ocurrió con el obispo auxiliar de Managua, Silvio José Báez quien ahora está en el Vaticano.
Luego de pedir disculpas a los fieles por tratar este tema durante la Eucaristía, el obispo señaló que, “ellos (los gobernantes) saben que yo hablo claro y pelado, como cualquier nica”. Catalogó la acción oficial de injusticia y asentó que no se quedará de brazos cruzados.
El obispo -con el Santísimo Sacramento en sus manos- salió a las afueras de su residencia, bendiciendo a los policías allí parados.
Desde el 4 de agosto Álvarez se encuentra retenido en el Palacio Episcopal. No lo dejan salir junto a otros seis sacerdotes y seis laicos.
Al religioso le acusa de organizar grupos violentos, incitándolos a ejecutar actos de odio en contra de la población, provocando un ambiente de zozobra y desorden, alterando la paz y la armonía en la comunidad con el propósito de desestabilizar al Estado de Nicaragua y atacar a las autoridades constitucionales», dicta el comunicado del Gobierno.
El asedio se ha venido agudizando contra el sector religioso desde 2018. No es primera vez que la Iglesia católica se enfrenta a regímenes totalitarios en América Latina. La historia de pasadas décadas da cuenta de múltiples casos. Algunos sacerdotes llegaron a pagar con la vida su compromiso con los derechos humanos, como monseñor Óscar Arnulfo Romero, asesinado en 1980 en El Salvador.