Fue un 29 de enero de 1979 que Brenda Spencer, de 16 años, disparó a diestra y siniestra en la escuela primaria de San Diego, porque odiaba los lunes.
Ese día el director de la escuela Burton Wragg junto al vigilante Mike Suchar, escucharon los disparos y ante la desesperación salieron para resguardar a los chicos, pero muchos ya estaban en el suelo.
Brenda salió unos meses después de abrir fuego y causar la muerte de dos hombres y herir de gravedad a ocho alumnos y un policía, para rendir su declaración.
Era flaquita, con anteojos y pelo enrulado de color rojizo, que solía andar sola para que su padre la llegara a traer del trabajo y del bar.
Cuando había dejado de disparar un negociador se puso en contacto con ella para que se entregara, pero pidió una hamburguesa, que terminó siendo en su única condición para rendirse. Fue condenada después a prisión perpetua por los dos homicidios.